ImageSe trata de diversas maneras de entender lo editorial. Ombú Bonsai, Danke y Club Editorial Río Paraná son espacios de publicación alternativa que trazan nuevos caminos de circulación y difusión de producciones literarias contemporáneas. Tiradas mínimas, bajos recursos y mucho amor por lo que se hace. La apuesta es a los escritores nuevos.

 

De oficio encuadernador

Mientras habla, juega. Juega con las manos. Como si no pudiese dejarlas quietas. Juega con cuatro monedas de 25 centavos que dispuestas al azar sobre la mesa refuerzan la expresión, de a ratos ofician de ductos catárticos. Mientras, habla. Cuenta. Va, viene, vuelve. Se desvía y juega, las monedas danzan. Una en cada punta de los dedos, las mueve, las desliza, las hace bailar. Las dispone en fila, en hilera, en círculo; las apila, las separa. Las manos entrelazan las palabras, las soportan. Cobran sentido discursivo intenso. Son, además de materia, posibilidad. Vehículo, trabajo, capital en acción. Las manos materializan la historia, tal cuál los libros.

Quizá sea por eso que cuando Nicolás Manzi habla, no puede dejar de mover las manos; quizá sea por eso también que un día decidió dedicarse al oficio de hacer libros, con las manos. El Ombú Bonsai se llama el proyecto y se trata de una  editorial artesanal y autogestiva que funciona en nuestra ciudad desde 2009. Rodrigo Castillo y Rafael Carlucci completan el equipo. Son seis manos y tres cabezas. Las cuentas cierran.

Los libros de El Ombú Bonsai son encuadernados a mano. Cosidos uno a uno, encolados y prensados. Las tapas se realizan también de manera artesanal, así como su diseño. La técnica: el papel marmolado. Para lograrlo se prepara una bacha con agua y óleos, las figuras que moldean los óleos en el agua son las que se impregnan luego sobre el papel. Cada pieza es única, cada diseño irrepetible. En la tapa de su última producción, Molinari baila de Beatriz Vignoli, los colores chorrean como si estuviesen aún húmedos.

“En los tiempos del libro electrónico y de circulación de información a mil por Internet, nosotros volvemos al libro fetiche, al libro papel, a la relación con el libro no sólo desde lectura, sino también desde el tacto, el olor y la visión. Hay una apuesta artística en esto, que está lejos de la idea tradicional del libro y del mercado del libro”, reflexiona Manzi. Es que El Ombú Bonsai  postula una lógica anti-industrial de producción: los confecciona tracción a sangre y por ende el resultado es mucho menor a las posibilidades que otorga una máquina. “Hacemos pocos ejemplares. Cuando vendemos los primeros 30, hacemos 60 y después empezamos a tirar de a 20, así se van pagando a si mismos”, plantea. Y sigue: “cuando imprimís 500 libros juntos, depende mucho de la apuesta que haya sobre el material; si al libro no lo militas, lo mas probable es que te queden las cajas en un rincón de tu casa juntando mugre. Estamos acumulando cosas sin sentido, ¡hay tantos libros en el mundo y yo puedo leer sólo dos al mes!”, concluye.

El ombú es la pampa, “es una apuesta al lugar”, dice Manzi. El bonsai es lo mínimo, es lo micro como lugar de poder. La propuesta editorial de Manzi, Castillo y Carlucci abre  entonces otras opciones de publicación para autores de la zona que no cuentan con un respaldo económico acorde al que exigen las grandes editoriales; y apuntala además una postura ideológica frente a la sobreproducción capitalista: “lo micro nos tiene que servir para prensar lo macro –analiza el editor-, tenemos que empezar por lo más chico y sencillo para luego imitarlo en lo más grande. ¿Dónde podemos nosotros cambiar el mundo? Empezando por lo más simple, que es hacer las cosas con las manos”.

Hágalo usted mismo

La palabra lo dice (casi) todo: fan-zine. Un magazine de fanáticos o fan’s magazine. Se trata de una publicación pequeña y casi doméstica que engloba temáticas determinadas,  de gran interés para el editor, casi siempre ligadas al arte. La tirada es acotada -50 o 100 ejemplares- y suele ser la fotocopia el medio de reproducción más efectivo. Para Julia Enriquez la literatura es “lo más posta de la vida”. Edita un fanzine de poesía, tiene 21 años y es, además, traductora de inglés.

“Tenía 6 o 7 textos de gente que había leído en blogs guardados en mi computadora porque me gustaban mucho. Sentía mucho amor por esos textos y ya los venía compartiendo con amigos. Me di cuenta que no sólo yo me sentía identificada con ellos, sino que a otras personas también les podía interesar”, comenta Julia. Compartir esos escritos se convirtió en necesidad y motor para darle vida a Danke, su fanzine de poesía contemporánea emergente. Así fue que en mayo de 2010 salió el primer ejemplar de esta publicación mínima y casera con textos de autores desconocidos que utilizaban mayoritariamente las plataformas web para compartir sus producciones literarias. “Yo soy fan de lo que escriben los demás y ese es mi criterio de edición”, agrega la joven editora.

En Word y desde casa. El fanzine habilita un formato de publicación casera que está muy lejos de la exigencia estética de la edición profesional de textos; impulsa la idea de “hágalo usted mismo” y permite la difusión y circulación de materiales sorteando limitaciones económicas. “Me moví siempre con los medios que tenía a mano –cuenta Julia-: el Word, la fotocopiadora de la vuelta de casa, la tipografía que tenia en la compu”.

Rosa chicle la décima y última edición –los hay también verdes, celestes, amarillos o blancos- cada número se limita a presentarse con un título y desplegar en su interior no más de una decena de poemas con sus respectivos autores al pie. Algunas negritas e itálicas, datos de contacto al final y chau pinela. “Lo que más me interesa es que el texto se la banque como texto. Nunca me preocupó demasiado el diseño, ni innovar desde lo editorial, lo importante es lo textual”, manifiesta Julia, que además entiende a cada poema como una “cápsula de amor” por lo que recomienda su lectura hasta con fines terapéuticos: “creeme que te vas a sentir mejor”, asegura. “Gente completamente destruida /que sólo puede escribir, /esas son las poesías urgentes”, escribe Vir Negri. Esa es La manija del amor.

Código de barrio

Este club no ofrece servicio de pileta climatizada ni clases de salsa. Tampoco exige un certificado buco dental para el ingreso. Ni siquiera hace falta mostrar el carné en la entrada porque no hay portero, ni carné. Es un club de barrio Refinería, donde la gente pasa, saluda y se queda charlando un rato. Donde nunca falta un aperitivo para compartir –sea vermú o cerveza fría- ni el matecito de las siete. Donde siempre se encuentra a alguien conocido y se habla más o menos de los mismos temas. En este caso: poesía, pintura, diseño o música, aunque seguramente también de fútbol y de métodos para adelgazar.

Ana Wandzik y Maximiliano Mauselli son los gestores del Club Editorial Río Paraná, donde funciona además el sello editorial que rigen desde 2009, Iván Rosado. El proyecto editorial de la pareja trasciende entonces la publicación de textos; incluye este espacio de encuentro y debate, donde se realizan presentaciones de libros, encuentros de lectura y muestras artísticas, así como un lugar de reserva y difusión de materiales que no transitan los carriles tradicionales de distribución.

“La idea del Club es establecerlo como un lugar de acopio, de circulación y comercialización de materiales editados por pequeños y medianos sellos” explica Wandzik. El C.E.R.P. cuenta con la  Biblioteca Popular D. G. Ponti Lagarde, la cuál acoge un importante número de títulos de producción contemporánea, dispuesta a consultas y lecturas con acceso libre; un espacio de librería  con venta de fanzines, revistas, libros y catálogos; una fanzineteca donde se puede encontrar un suculento archivo de fanzines de diversas épocas, ciudades y temáticas y la edición de la propia revista, Unión y amistad, como artefacto de difusión propia y registro de la escena artística actual.

Parte de ese acervo cultural que cobija el C.E.R.P son las propias ediciones de Iván Rosado, cuya política editorial mantiene la esencia del club de barrio. “Editamos personas con las que además nos juntamos a tomar una cerveza unas cuantas veces al año”, relata Mauselli. Generar un lazo de amistad o  de encuentro entre el editor y el artista editado aparece como constante: “además- agrega Wandzik-, es gente que nos gusta lo que hace. Cuando uno piensa en editar el material del otro, es porque ese material lo está interpelando de alguna manera, es una valoración”.

El criterio no es económico. El vínculo humano suele ser anterior al vínculo editorial. De este modo, además de involucrar apreciaciones estéticas determinadas, este espacio de publicación y encuentro roza fibras sensibles y abre caminos alternos de producción y circulación de trabajos artísticos que no cuentan con capitales elevados. Se edita con placer y con muy pocos recursos económicos. “Lo hacemos porque nos gusta, porque uno viene de hacerse parte del mundo por medio de los papeles y los libros. No estamos pensando en esto como una alternativa para pagar la boleta de la luz, acá rige más la lógica del intercambio”, concluye Wandzik.

Publicado en Señales, diario La Capital de Rosario el 10 de junio de 2012